Se nos ha ido Elena Escribano. Córdoba pierde este año a una de sus mejores divulgadoras y nuestra Asociación va vaciándose poco a poco de quienes han contribuido a hacer su Historia.
Carismática y tremendamente empática, le había caído encima una losa inmerecida de “Pepito Grillo”, que ella asumía orgullosamente, por su afición a criticar, con ardor juvenil, todo aquello que le parecía incorrecto.
Jubilada desde hace un par de años, raro era el día que no me llamaba. Hablé con ella la semana pasada. Voy a echar mucho de menos nuestras conversaciones por teléfono.
Todavía recuerdo, como si fuera ayer, el comentario, de nuestro entonces Presidente, Juan de la Mata, un día de finales de los 80, a propósito de la inminente incorporación a APIT de una compañera cordobesa, que había trabajado, hasta entonces, en Madrid.
Han pasado más de treinta años. Años de amistad y entrega generosa a los demás.
Casi desde su llegada, le pedimos que formara parte de las sucesivas Juntas Directivas de la Asociación. Siempre estuvo dispuesta. Jamás dijo No. Y trabajó allí donde hacía falta. Era la Tesorera y sin embargo, se iba a la oficina a sustituir a la Secretaria cuando estaba de vacaciones reglamentarias, lo que no entraba dentro de sus funciones, pero nadie quería hacer. Jamás se me olvidará el detalle que tuvo al hacer nueve visitas panorámicas, consecutivas, en helicóptero, de Córdoba. Nueve despegues con sus correspondientes aterrizajes en el mismo día. Una actividad organizada por el Ayuntamiento y que nadie, salvo ella, tuvo el valor de hacer.
Elena era alegre, bondadosa, generosa y amiga de sus amigos, que éramos todos. Y era apasionada. Una pasión que volcó, de una manera radical, sin matizaciones, en su hijo Roberto, al que ha dedicado su vida hasta el final.
Me habría gustado que, el día de su entierro, alguien se hubiera presentado con una lata de coquitos, los mismos, caseros, que ella nos traía a las Asambleas. Y con los que, incluso, se presentó en el entierro de mi hermana Elisa hace, justo, dos años.
Vamos a echarla muchísimo de menos
Luis Álvarez Moreno
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