Merecemos este turismo responsable y respetuoso, el que siempre ha estado, el que está y estará. Gentes que se llevan experiencias, vivencias y el sabor de cada pueblo.
Todo palmero que se precie recordará, hasta el fin de sus días, el lugar donde se encontraba al 19 de septiembre de 2021 a las 15:13 horas de la tarde. Yo, sin ir más lejos, atravesaba el municipio de Alajeró en la isla de La Gomera. Como guía de turismo de Canarias atendía a un grupo de la Parroquia de San Pío del barrio de la Isleta. Cuando saltó la noticia íbamos camino del aeropuerto y nos detuvimos junto a la iglesia de San Salvador. Entre excitado y sobrecogido busqué la primera televisión que conectaba directamente con la noticia. Como palmero fui el primero en caer en la cuenta de que era mucho más que lava lo que se nos venía encima. Mil veces atravesé el malpaís del San Juan, teatralizando la forma en la que el magma se desvió sin afectar a la iglesia de San Nicolás, para terminar deteniéndome en la Plaza de la Glorieta, La Bonita. Quizás por eso, mi estado de excitación inicial pasó rápidamente a convertirse en preocupación y, con el paso de los minutos, de dolor. Ese mismo domingo, mientras volaba desde la isla de La Gomera a Tenerife, atisbaba la columna de humo que asomaba tras la cumbre de mi isla, era tan real como imposible no ponerse en el lugar de los damnificados.
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